Constantemente nos hablan de los beneficios de una comunicación efectiva, nos hablan de asertividad, de la importancia de saber escuchar, de comprender y de la consistencia que debe existir entre nuestro lenguaje corporal y verbal. Sin embargo, esto que es tan útil en la vida diaria no funciona igual cuando nuestro interlocutor presenta Alzheimer, tiene trastornos en el lenguaje, constantes olvidos e incluso no es capaz de reconocer a quienes tiene enfrente, ni el lugar donde está. Como consecuencia, esa persona –generalmente un ser querido- no logra comprender nuestros mensajes, incurre en incoherencias y no logra dar nombre y significado a lo que quiere expresar, llegando un minuto en que no sabemos qué hablar y menos aún, qué quiere expresar. El impacto emocional de esta situación sobre un hijo o un cónyuge que se va paulatinamente transformando en cuidador le genera frustración, pena, rabia y un irremediable agobio y sufrimiento. Por otra parte, la persona mayor que padece este mal se comienza a aislar, dificulta los vínculos y comienza a recluirse en su mundo, el cual en muchas ocasiones puede hacerla sentirse infeliz. Esta dificultad de comunicación va generando una situación, aparentemente contradictoria, pero cierta y dura, de la soledad de dos en compañía. Conviven, es cierto, pero paulatinamente tienden a ser dos mundos apartes.
En esta oportunidad me enfocaré a entregar algunas estrategias de comunicación para aminorar el agobio del cuidador, el malestar del paciente y promover una conexión con la persona por sobre, o a pesar de, la enfermedad.
- La regla número 1 es no aplicar la lógica, ya que lo que para usted es obvio, para su familiar no lo es y debe entonces aprender a escuchar, escuchar siempre.
- Cuando se acerque a la persona, identifíquese, logre y mantenga el contacto visual, y evite hablarle por detrás.
- En fase temprana, ayúdele en el encuentro de palabras o nombres, no diga “no te acuerdas”. Sin embargo, esa “ayuda” no debe impedir que la persona desmemoriada pueda buscar la palabra que le falta, o emplear otra estrategia que le permita lograr lo que quiere expresar.
- Háblele despacio, en forma simple y clara. La persona con Alzheimer toma más tiempo en procesar la información (en etapas tempranas), así tendrá más posibilidades de que entienda lo que usted quiera decirle.
- Divida la tarea en partes más simples, dando instrucciones de a una. Por ejemplo, papá póngase la camiseta, ahora los pantalones. No le diga, papá vístase.
- Respóndale sus preguntas. Si insiste en forma reiterada, cámbiele el foco de atención. Para ello es importante, conocer su identidad biográfica, así podrá cambiar el foco de atención o dar continuidad a la historia que le relate su familiar o a la palabra que le mencione.
- Vaya adelante con la realidad de la persona, intérnese en su mundo.
- Simplifique su lenguaje, vaya directamente al punto sin tantas explicaciones.
- Plantee sus ideas en forma positiva, de esta forma podemos guiar a la persona hacia el resultado que se quiere lograr. Evite decir “no ponga sus manos en la comida” , por “coloque sus manos en su falda”, mostrándosela. No comience las frases con un NO, de esa manera estas negando lo que está sucediendo o sintiendo, por ejemplo “No llore” “ No se preocupe”
- Evite realizar preguntas. No pregunte ¿qué quiere comer? sino dígale, “hoy comeremos cazuela”. Frente a los interrogatorios la persona puede sentir frustración, incomodidad e incluso molestia. En caso que sea necesario, limite las opciones, en vez de decir ¿qué quiere almorzar?, reemplace por ¿ quiere tomate o sopa?.
- No infantilice, no le hable como a un bebé. ¡Es un adulto!
- Evite el nosotros, por ejemplo “tenemos que peinarnos”, cámbielo por “lo voy a peinar”.
- Sonría y exprese un sentido del humor, sonreír es tan importante para usted como para la persona afectada con Alzheimer. No olvidar, ría CON la persona, no DE la persona.
- Borre la frase “se acuerda ¿usted de…? Puede decir “ella es Francisca su nieta”.
- Detecte palabras que le puedan causar inquietud o malestar, para no emplearlas.
- Evite corregir, dado que lo deja a la persona en evidencia que se equivocó.
Escuchar, respetar y promover que hable la persona, es validar su dignidad como ser humano. Centrémonos en la persona, nó en la enfermedad. Estas sencillas normas no la van a sanar, pero pueden ayudar a mitigar o hacer más soportable la soledad de dos en compañía, como suele ser la conviencia con un enfermo de Alzheimer.